miércoles, 23 de junio de 2010

La loba Danesa

Despues de muchos días de no actualizar, vaya uno a saber por que...al fin lo hago.
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Anglia Oriental, 867 D.C.


Hacia días que caía una tormenta de nieve increíble. Pero la aldea estaba tranquila. Los niños corrían, abrigados por pieles de animales, bajo los copos de nieve mientras jugaban entre ellos. Yo era pequeña, pero jugaba entre ellos camuflándome en la nieve, ya que mi pelaje era totalmente blanco, excepto por mis ojos. “Algo extraño” había dicho mi Madre ya que mi cabello era de color negro. Había nacido como cachorra.


Caía la noche. Estaba durmiendo entre los cobertores de mis padres, cuando algo molesto mi nariz. Olía a pólvora. A Humo... A Muerte...


Baje de la cama tratando de hacer el menor ruido posible. Me acerque a la puerta y lo único que vi, fue a mi aldea arder. El fuego avanzo rápidamente consumiendo todo a su paso. Fui a despertar a mis padres que salieron rápidamente, pero todo fue muy rápido. El fuego atrapo a la casa y las vigas del techo se desprendieron. Lo ultimo que logre ver fue a mis padres ser sepultados por la madera.


Abrí los ojos y mire alrededor. Solo quedaban cenizas de mi pueblo... Tenia una pata sangrando y no recordaba ni por que. Oí voces y sentí pasos acercarse. No podía levantarme. Me agazape en la nieve para camuflarme por mi pelaje blanco, pero no tuvo resultado. Dos pies se pararon frente a mi y una figura se agacho.


-Pobre cachorrito...estas herido...-


Levante la vista y lo vi. Cabello rubio y largo, algo de barba. Tenia una cicatriz en el ojo derecho bastante grande. Tenia un aire alrededor que era imposible de describir. Me quede mirándolo mientras sentí sus manos levantarme y envolverme en su ropa. Estaba cansada y me dolía la pata. Así que volví a cerrar los ojos.


Volví a abrirlos, estaba entre varias mantas cálidas y tenia la pata vendada. Estaba acostada al lado de ese hombre que brindaba con los compañeros por una victoria. Los observe a todos. Eran extraños y alegres. Todos con pinta de fieras. Me sentí a gusto en ese lugar.


Los veia pelear diariamente. Entre ellos para entrenar. Sus movimientos eran bruscos pero certeros. No quedaba enemigo en pie bajo sus implacables manos. Ragnar me llevaba con el en aquellas batallas. Como un simbolo de tributo a Fenris, me metia en una tela colgando de su espalda. Ningun arma llegaba a tocarlo jamas. Me sorprendi a mi misma deseando ser como ellos.


Todos los dias, las mujeres se turnaban para darme de comer, me cuidaban bien. Me daban agua y me sentaban en sus piernas para ver a todos aquellos gigantes entrenar. Bebian por las noches y comian como si jamas, me descubri en la misma situacion. Cada vez comia mas pero estaba todo el dia echada mirando como los demas se movian.


Una mañana Ragnar practicaba con sus compañeros. Y yo me aburria, asi que me puse de pie y me acerque a ellos. Cuando menos se lo esperaron salte hacia la mano del compañero de Ragnar. Ambos se quedaron sorprendidos ante mi reaccion. Mi incline hacia adelante esperando a que se movieran. La ansiedad me recorria. Queria jugar. Yo tambien queria ser parte de todo aquello. Pude ver sus sonrisas y como el otro compañero, que luego me entere que su nombre era Uther, le decia algo a Ragnar. El asentia y Uther le vendaba los ojos llamandome. Me acerque a el sentandome en los cuartos traseros y torcia la cabeza al mirarlo. No entendia que hacia.


-Quiero que ataques a Ragnar. El tendra que darse cuenta de donde estas para esquivarte...-


Me dijo. Abri los ojos al notar que comprendia lo que me decia. Ladre una sola vez. Habia comprendido aquello. Me lance a la carrera para esconderme entre los arboles y frote mi lomo contra uno de ellos. Asi mi aroma quedaria mezclado y seria mas dificil. Tenia que cumplir bien aquella tarea para que estuviesen orgullosos de mi.


Apenas asome la cabeza por el costado de un arbol y alli estaba el, esperandome. Listo para esquivar mis ataques. Avance unos pasos en la fria nieve. Con cuidado y de manera sigilosa me acercaba a el. No parecia percatarse de mi presencia asi que me anime mas y corri. Giro su rostro hacia donde yo estaba, y en ese momento salte para embestirlo. Claro estaba que con mi fuerza no podria lograr nada ya que con la altura que tenia apenas pasaba su rodilla. Me asombre cuando mi cabeza impacto contra tu duro abdomen. Cai al piso sentada algo mareada por el porrazo. No sabia que los humanos eran tan duros. Deje escapar un gemidito y el se quito la venda para mirarme. Tambien parecia sorprendido. Se agacho y me tomo en sus brazos.


-No he podido sentirla...ni olerla... Fue como el dia que la encontre.. Note que estaba en la nieve por que estaba temblando y tenia la mancha roja en su pata... Pero este cachorro no tiene aroma...-


Dijo Ragnar de manera seria. Con un dejo de sorpresa y algo de desaprobacion. No sabia por que. Eso era extraño, mis padres jamas me habian dicho que no olia. Meti mi hocico bajo su menton, parecia frustrado y no me gustaba ver esa expresion en su rostro. Me acaricio detras de las orejas y ambos fueron a comer. Me sentia triste. Lo habia arruinado todo. Me eche junto a un arbol en la nieve, con las orejas sobre la cabeza. Al rato lo vi salir y acercarse a mi trayendome algo de carne.


-¿Que pasa Galen...?-


Me pregunto frunciendo el ceño. Lo mire extrañada. ¿Como sabia el que ese era mi nombre? Sin saberlo me habia bautizado igual que mi madre. Apoye el hocico en su mano y lo mire avergonzada por haberlo golpeado, pero el solo se rio de aquello.


Asi pasaban los dias, cada vez yo crecia mas y entrenaba corriendo y ayudandolos a mejorar sus reflejos. Les costaba mucho encontrarme, por mi falta de aroma y por mi sigilo, pero lo estaban logrando. Me conocian. Asi me fui adaptando al entrenamiento diario con ellos.


Pasaron 5 años. Tan rápido como las estaciones. Y yo me transforme por primera vez en hominida. Ragnar, el hombre que me había salvado, era el Jarl de esos vikingos. Y se sorprendió mucho al ver que cambiaba de forma. Y mas de que era una mujer. El grupo de Ragnar había venido de Dinamarca a conquistar Anglia Oriental. Cuando vieron que era un lobo consideraron que era una bendición de Fenris, así que me entrenaron y me cuidaron. Como a la mejor guerrera. Celebre victorias con ellos. Y así pasaron los años.


Cuando cumplí los 15 mi Amo me reclamo para el. Compartí su cama y su compañía durante dos años, hasta los 17.Ya que yo no conocía a otros lobos cerca, decidí quedarme con los vikingos, me llevo a una sala grande en su casa.


-¿Amo Ragnar? ¿Que ocurre? Lo noto algo nervioso...-


No respondió a mi pregunta. Me guió con el. En la habitación había varias personas encapuchadas. No me daban buena espina. Mi Amo tomo mi mano y me llevo al centro de la habitación entre medio de ellos. Y me sonrió. Se acerco a mi y me dio un pequeño beso en los labios antes de separarse.


-Amo...-


Lo mire extrañada y el se alejo. Avance para acercarme pero algo me lo impidió, una especie de barrera. Los hombres susurraban y algo no me dejaba pasar.


-¡AMO!-


El me sonrió con calidez.


-Este no es tu lugar mi Bella Galen...logra tu cometido mas adelante...-


No entendía que decía. ¿Por que no era mi lugar? Viví ahí toda mi vida. Mi lugar era donde el estuviese. Yo le necesitaba como el aire al que respiraba. Antes de que pudiera decir algo mas sentí como los párpados me pesaban, hasta que caí en un sueño profundo.


Lo único que veía a mi alrededor era una masa de colores sin forma. Y sentí una calidez extraña y una voz que me llamaba.


“Despierta Galen...llego tu hora... ¡¡¡¡DESPIERTA GALEN!!!!”


Entonces con ese grito, abrí los ojos.


miércoles, 9 de junio de 2010

El mundo de los Cielos - Prologo...-

Desde hacia siglos en el mundo de Arcana existía una guerra. Entre los Tarans y los Ishtar. Criaturas de la tierra y los hombres pájaro. El líder de los Tarans, Iarth, quería gobernar toda Arcana para convertirlo en un cementerio desolado donde solo ellos podían sobrevivir, en cambio Ax, el Señor de los Ishtar, peleaba por defender a las criaturas que allí vivían y corrían bajo el amparo de su ala. Ninguno de los dos era tomado como un señor benévolo. Arrasaban con todo a su paso para lograr las victorias pero Ax protegía a los demás y por eso la gente le seguía.


Pero no siempre había existido una guerra donde ellos vivían. Antes los señores de los Cuatro Cardinales habían estado unidos y en paz para mantener al mundo en un equilibrio. Pero Iarth quería mas, y su avaricia provoco que el balance se rompiera. Comenzaron las disputas internas. Las pequeñas sublevaciones. Los ataques hasta que la confianza se rompió y los Cardinales se separaron. Noah, el señor de las aguas y Enze, el señor del fuego, se mantuvieron aparte en las peleas que tenían los otros dos elementos. Pero acudían al llamado de sus compañeros cuando estos los comunicaban. Noah del lado de Ax, y Enze del lado de Iarth.


Y así todo comenzó. La tierra empezó a secarse, se volvió árida y estéril. Los arboles morían, y nada florecía. Entonces Ax, creo un mundo aéreo. Donde criaturas que habían abandonado el reino de la tierra se unieron a las filas aéreas para crear un suelo donde plantar vegetación y comida. Entonces una nueva vida en los aires se inicio.

viernes, 4 de junio de 2010

Diosa de los Desastres Naturales...

Bueno, esto lo prepare ayer, para una diosa menor que controla los desastres naturales.
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Allí estaba la Mujer. Con un movimiento suave se quito un fino cabello de la cabeza y lo deposito en la tierra. Plantándolo como si de una semilla se tratase. Medito tranquilamente como hacer que esa ondulante hebra de cabello tomara forma. Sabia como hacerlo, después de todo era la diosa de la Vida. Extendió su mano y sacudió el bastón sobre el cabello, pero nada ocurrió.


Frunciendo el ceño, decidió probar de otra manera. Clavo el báculo con fuerza detrás de su futura creación. La vara se ilumino y de su interior brotaron cinco esferas de distinto color, pero parecidas a las que le habían dado la vida a ella misma.


Danzaron alrededor de la hebra, como depredadores al acecho. Pero en una total armonía. Poco a poco fueron uniéndose, mientras un remolino de tierra se levantaba a su alrededor cual tornado. Eliminando cualquier visión que podía tener la deidad con su creación. Pero ella sabia lo que ocurría, no necesitaba verlo. Aun con las manos extendidas sobre su bastón, mantenía la concentración y los ojos cerrados. El tiempo parecía haberse detenido en ese preciso instante, antes de que la hebra de cabello explotara en rayos, que atravesaron la tormenta que se había interpuesto entre ambas.


La diosa bajo las manos, exhausta y cansada y contemplo su creación. A sus pies, estaba una joven mujer de cabellos oscuros como la noche. Totalmente desnuda. Sus manos estaban apresadas por esposas, unidas por una larga cadena que le daba movilidad. Así fue creada la Diosa menor de la Señora de la naturaleza y de la vida.


La joven se estremeció. Jadeo en busca de aire que ingresar a sus pulmones. Un leve quejido salio de su garganta mientras abría los ojos de golpe. Parpadeando varias veces, y luego miro a su alrededor. Todo lleno de color y de vida. Poso sus ojos grises sobre los de la mujer que tenia enfrente. Su belleza y esplendor hicieron que su estomago se encogiera. No sentía miedo, pero si un profundo respeto.


Con esfuerzo apoyo las manos en la árida tierra y se arrodillo. Con suavidad rodeo las piernas de la deidad con las manos, hasta apoyar su mejilla en la rodilla de la misma. Su Creadora. La Señora a la que le debía la vida.


-Madre...estoy a tu servicio...-


Su voz era suave y cálida. Su cabello caía sobre su cuerpo cubriéndola como el manto de la noche cubre a la tierra. Levanto la vista para encontrarla nuevamente con la de aquella mujer de increíble belleza para la joven.


Con cuidado y calma se puso de pie. Una fina tela de color celeste pálido cubrió su cuerpo hasta formar un vestido cómodo. Agacho la cabeza en señal de agradecimiento.


-Vamos...Eria...-


Le había dado un nombre. Así debía llamarse a partir de ahora. Se sentía orgullosa de que la nombrara y de haber sido creada. Cuando la Diosa de la Vida comenzó a caminar, la siguió con paso diligente sin perderla de vista.


Observo todo a su alrededor. Formas y colores. Distintas sensaciones y aromas. Todo era nuevo. La diosa comenzó a enseñarle acerca de la vida. De su labor en la tierra. La aprendiz escuchaba como su Creadora compartía su conocimiento con ella. Aprendía a gran velocidad.


Los volcanes en erupción, los maremotos, los tornados, los huracanes. Pronto aprendió a comunicarse con los desastres naturales que la habían creado. Se sentía una con ellos. Su carácter, se había forjado gracias a aquellas causas. Sus principios. Todo había sido inculcado a través de la vida que le habían proporcionado. La naturaleza y la vida lo controlaban todo. Su Madre no tenia simpatía por los demás. Ella no tenia problema con los otros, pero ambas eran neutrales.


Para la joven Eria no existía el bien o el mal. Todo aquello que dañara lo que le importaba era enemigo y aquel que no dañaba pero no protegía también lo era...


miércoles, 2 de junio de 2010

Cisne Negro

Bueno, esto es un prologo de algo que empecé a escribir. Trata sobre como un hombre se convierte en un cisne negro.
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Existen historias que se cuentan hace mucho tiempo. Criaturas mágicas que habitan nuestro mundo. En lo alto de las montañas en Alaska. En lo mas profundo del bosque, llegando a un lago abandonado, se decía que aparecían cisnes negros y que traían la magia con ellos. Bien, comprame un trago y te contare sobre el Cisne Negro...


Estaba sentado frente al estrado. El jurado estaba a mi derecha. Hablaban en susurros mientras el jefe de policía exponía el caso. El tiempo pasaba con lentitud. El presidente de aquel variopinto grupo se puso de pie cuando lo mencionaron. Respiro profundo.


Mis manos se tensaban dentro de las esposas que las aprisionaban. Todo me daba vueltas. No prestaba atención a nada de lo que ocurría a mi alrededor. Mantuve la vista fija sobre los labios de aquella persona, tratando de comprender algo de lo que decía. Mi corazón se detuvo cuando dio el veredicto “Culpable”.


Sentí como me faltaba el aire, iba a desmayarme. Los guardias me tomaron de los brazos, levantándome mientras el juez me sentenciaba a cadena perpetua. Sentía mucha impotencia y mucha ira en mi interior. Me condujeron a través de los pasillos hasta la salida. Me subieron a una camioneta de la policía y me condujeron a la que iba a ser mi prisión hasta el día de mi muerte. Jamas olvidaría las sonrisas de los reos al verme ingresar a ese espantoso lugar.


Abrí los ojos. Había vuelto a soñar con el día del juicio. Cada dos por tres volvía a recordarlo. Habían pasado 3 largos años desde aquel veredicto. Estaba encerrado en prisión por algo que yo no había cometido. Tenia que ir a entregar un trabajo que me habían pedido. Estaba como ayudante en una empresa gráfica, y me habían encargado un pedido. Llegue al destino y cuando me hicieron pasar encontré el cuerpo de un hombre en el suelo, en una mancha de sangre. Me acerque a el preocupado y tome su pulso pero ya estaba muerto. Eso había sido mi condena. Cuando la policía llego estaba como principal sospechoso y el cuerpo tenia mis huellas. Ahora para la justicia era un homicida.


Había sido trasladado a la prisión de Alaska. En lo alto de las montañas. Hacia frío y estaba harto de aquel sitio al que no pertenecía. Yo no había cometido ese crimen por el cual había sido inculpado. Tenia que huir de ese sitio. Las paredes eran bastante altas, pero con un poco de carrera podría saltarlas.


Aguarde durante el día, planeando mi huida. Durante la noche había pocos guardias haciendo vigilancia. Ya caía la medianoche cuando pedí de ir al baño. Uno de los guardias me acompaño y como me portaba bien, me permitían ir sin esposas.


Los baños estaban en la parte baja de la instalación, cerca del patio. Cuando llegue a la puerta de este, el guardia se adelanto para abrirla ya que la cerraban con llave por las noches. Golpee su nuca y antes de que cayera al suelo lo metí en el baño. Corrí apresurado tomando sus llaves. Salí al patio. Era un campo abierto a los guardias y sus armas pero no me importo. Corría lo mas rápido que me daban las piernas mientras oía los gritos de los soldados, avisando que había alguien intentando escapar. Trepe una de la paredes, rogando por que ninguna bala me diera. Estaba cerca del borde de alambre. Podía oler mi libertad. Mis manos se clavaron en la metálica protección pero no me importo, apoye los pies como pude y salte. Mi pierna se enredo con el alambre y este me desgarro la piel. Oí varios disparos, pero todos pasaban cerca, excepto uno. Me dio en el hombro izquierdo, cerca del corazón.


Caí por la montaña llena de nieve, tiñendo todo de rojo. Me dolía el cuerpo, rodaba en la masa blanca y fría, mientras se provocaba una avalancha. Yo debía morir en ese momento. Termine cayendo sobre una superficie dura y helada. La sangre brotaba de mis heridas y mi cuerpo me dolía. No podía ponerme en pie. Ahí fue cuando los vi. Decenas de hermosos cisnes negros. Sus plumas eran como la noche, perfectas y brillantes. Sedosas. Uno de ellos me miro y voló hacia mi. Para mi sorpresa, se acercaba a mi herida y lloraba sobre ella. Un calor abrazo mi cuerpo. Sentía como mis heridas cicatrizaban. Algo brotaba nuevo en mi interior. Mis brazos se recubrieron de plumas. Mi cuerpo se transformo. Ahora era uno de ellos. La que me transformo era una de las que llamaban “Madres”. Solo había 3 mujeres en el grupo. 3 mujeres grandes, pero eran como las abuelas de los cuentos de hadas. Siempre bondadosas y pensando en los demás. Mi madre era Akasha. También estaban Aria y Frai.


Es como ya te dije antes... Esas historias se cuentan hace mucho tiempo, no puedo decirte con exactitud quien contó aquello, seguramente es un cuento deformado por el tiempo, pero bien, tu me pediste que te cuente su historia y yo lo hice por el trago. Ahora queda en ti creer si lo que dije es cierto o no.


Me levante lentamente y salí de aquel lugar. Era cierto que existían los cisnes negros. Criaturas que poseían magia. Podían curar heridas, transformar a las personas, darles una nueva oportunidad. Nosotros elegíamos a nuestros nuevos compañeros. Les salvábamos la vida, como ellos habían hecho conmigo. Somos los guías de las almas. Solo aquellos que están por morir pueden vernos. Muchos dicen que son afortunados al ver un cisne negro, pero no saben que nuestra especie es la que abre las puertas al descanso infinito. Con respecto a la historia que te conté, es cierta. Ocurrió hace un año exactamente. Y te voy a decir la verdad... Yo soy ese ex convicto. Ahora vivo libre como un cisne, pero lo mas importante es que vivo...


martes, 1 de junio de 2010

Ares, Dios de la Guerra

Bueno, continuo con mis despertares. En este caso con el del Dios de la Guerra Ares. Espero que les guste.
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Encerrado. Podía sentir mi cuerpo frágil y fuerte al mismo tiempo. Prisionero. Dormido. Podía sentir como todo lo que estaba a mi alrededor giraba en un interminable remolino de colores. Confusos totalmente. Voces que me susurraban al oído, olor a muerte, a lluvia, a destrucción, a sangre. Gritos que clamaban venganza, llantos de personas desoladas y devastadas. Pero a pesar de eso estaba tranquilo. En una extraña y agradable calidez.


¿Cuanto tiempo había pasado? ¿siglos tal vez? Había perdido la cuenta ya.


Y de pronto sentí como si algo tironeara de mi cuerpo hacia afuera. Algo me arrastraba de esa calidez para hacer el brusco cambio de ambiente. Sentí como mi cuerpo se estremecía. Lo sentí gritando de dolor cuando mis huesos cambiaban y se deformaban. Se transformaban. El cuerpo se adaptaba nuevamente al exterior. Era libre, sentía la brisa fría del aire, el contacto duro y helado de la piedra bajo mi cuerpo desnudo. La sangre correr por mis venas en un torrente enfurecido. Las sensaciones nuevamente volvían a mi cuerpo y me invadían como si miles de rayos cayeran sobre el y lo sacudieran violentamente. El lugar a mi alrededor estaba vacío. Un par de antorchas consumidas se mantenían sobre sus aldabas en las paredes oscuras dándole al sitio un aire abandonado. Olía a sangre seca y a guardado. Como si hubiese estado cerrado por mucho tiempo. Las dos puertas de roble oscuro y macizo se mantenían abiertas y daban a un pasillo igual de oscuro que el salón donde me encontraba.


Levante la vista, me encontraba en un duro suelo de mármol. La habitación a mi alrededor era cuadrada y fría. Todo estaba a oscuras. Sentía mi cuerpo frágil y sin fuerzas. Mi cuerpo tiritaba a causa del frío y la falta de costumbre. Trate de ponerme de pie pero no lo conseguí. Las dos puertas inmensas frente a mi se abrieron y un joven de túnica larga y oscura entro al recinto. No pude ver su expresión pero podía sentir su energía hostil hacia mi.


-¿Quien es usted? ¡Esta prohibido entrar a este templo!-


Su voz sonó estruendosa sobre la habitación que hacia eco. Pude ver como desenvainaba una espada de su cinto y se acercaba a mi. Podía sentir el final y el frío filo de su espada y de la muerte envolviéndome nuevamente. Me sentía patético.

Cuando ya lo tenia prácticamente encima mio pude ver que guardo su arma y temblaba.


-Por dios...-


Su tono susurrante para mi fue como si lo hubiese gritado a los cuatro vientos. Paso corriendo hacia lo que había atrás mio. Menee la cabeza con frustración y enojo. Intente incorporarme nuevamente pero mi cuerpo seguía temblando por el frío y entonces lo sentí, algo caliente me cubría mientras veía una manta envolverme. Sentí dos brazos ayudarme a ponerme de pie. Apenas me levante las antorchas cobraron vida encendiéndose en una llama furiosa, arrojando a la sala un color anaranjado y rojo. Levante la vista y allí estaba uno de mis seguidores.


-Bienvenido Amo Ares...-


Su tono era formal y serio. Pero se notaba avergonzado. Me resulto extraño ver al mismo joven que recién había intentado atacarme. Debería estar degollándolo ahora pero no tenia ni fuerzas ni ganas para hacerlo así que decidí no prestarle atención en ese momento. Dirigí la vista hacia el lugar y pude ver las paredes recubiertas de armas. Espadas a una mano, espadas a dos manos, escudos pequeño, escudos de cuerpo completo, lanzas cortas y largas, hachas pequeñas de una mano y de dos manos. Y sobre la pared enfrentada a las puertas estaba un escudo de cuerpo completo, brillante como el fuego con ribetes dorados en los bordes y una especie de sol en el centro y detrás de el estaba mi lanza de dos puntas. Ambas brillantes y llenas de vida. Vibrando deseosas de matar y mancharse con la sangre de mis enemigos. Mire las armas unos segundos, embelesado por su belleza antes de que el joven prácticamente me arrastrara hacia afuera.


El pasillo era largo y bastante amplio. Me giro hacia la izquierda y me llevo hacia el final del pasillo. Las paredes estaban cubiertas con pinturas de guerras, cuadros mios con mi armadura, Deimos y Phobos estaban ahí. Mi hermana Ellis. Mis victorias, mis guerras, mi derramamiento de sangre. Trofeos, pieles, armas. Y las antorchas entre medio se encendían cuando pasábamos y se apagaban detrás nuestro. El joven toco la puerta y el roble crujió y se abrió lentamente. Las antorchas se prendieron en la habitación iluminándola por completo al instante. Una enorme cama cubierta de pieles de animales estaba en el centro contra una pared a la derecha. Un armario inmenso con varias túnicas al frente. Una puerta a la izquierda la cual permanecía cerrada. Y en un costado se encontraba mi armadura. Brillante y única. La luz de las antorchas hacían que la armadura desprendiera destellos y los proyectara por toda la habitación. El joven me llevo hacia la cama y me sentó en ella.


-Le preparare un baño Amo, y le dejare su ropa lista... Mientras usted se reconforta preparare todo, es hora de que lo reciban como se debe...-


Me dijo impaciente y ansioso y fue hacia la puerta a la izquierda. Me deje caer sobre la cama. Las pieles eran suaves y cálidas mientras mi cuerpo se sentía menos pesado. A los pocos minutos el joven volvió a salir y se acerco a mi.


-Su baño esta listo Amo...¿quiere que lo ayude?-


Lo mire fijamente y asentí. Iba a utilizarlo un rato mas. El joven me ayudo a levantarme y me llevo hasta el baño. Sobre la superficie del piso se hundía una piscina enorme, con gárgolas en las esquinas de donde salia el agua y la llenaba. El joven me sentó en el borde de la piscina para que yo pudiera entrar tranquilo.


-¿Cual es tu nombre muchacho?-


Le dije de manera tranquila mientras hundía mis pies en el agua para deslizarme dentro de ella.


-Alex es mi nombre Señor...-


Asentí y con un gesto de mi mano le indique que se fuera y así lo hizo cerrando la puerta detrás de el. Me quite la frazada y me sumergí en el agua. Sentí como todo mi cuerpo se aliviaba con aquella cálida caricia del agua caliente. Podía sentir como mis músculos se relajaban y mi sangre corría con menos violencia por mis venas. Saque la cabeza fuera del agua y apoye mis codos sobre el borde. Era tan placentero como cuando cercenaba alguna parte de un enemigo.


Estuve dentro del agua durante unas cuantas horas, hasta que sentí el completo control de mi cuerpo nuevamente. Salí lentamente y camine hacia la habitación mientras dejaba una linea de agua que chorreaba de mi cuerpo en el suelo. Tome una túnica roja como la sangre y me la puse. Había pasado mucho tiempo desde que había sentido ese suave roce de la tela. Me sonreí. Había vuelto. Camine por la habitación y me detuve frente a la hermosa armadura, lentamente pase la mano sobre ella. Anhelaba volver a vestirla y caminar al frente en las masacres. No pude evitar volver a sonreírme, pero esta vez de manera triunfal. Ya no me sentía patético, no...esta vez era yo mismo con todo mi porte nuevamente. Oí un golpeteo en la puerta y la voz de alex del otro lado avisándome que la cena y los demás estaban listos. Apreté los puños con ansiedad. Sentía mi cuerpo agitado por volver. Extendí los brazos y la habitación estallo con mi cosmos. Los cristales y espejos explotaron en pedazos, los muebles se deshicieron en un millar de astillas. De pronto la armadura se encendió delante mio y se desarmo envolviendo mi cuerpo en un brillo rojo y naranja. Sentía como el frío metal cubría mi cuerpo. Las botas, las rodilleras, la pechera. Todo volvía a mi cuerpo. Por la ventana entraron mi lanza y mi escudo y se unieron a la armadura mientras mis manos se aferraban a ellos y las empuñaban con fiereza.


Por la ventana podía verse el cielo antes claro ahora cubrirse de nubes rojas. Los relámpagos brillaban por sobre las nubes mientras los rayos rojos caían en los alrededores del templo haciendo que los truenos rugieran como los tambores para la guerra.


La puerta se abrió y la mirada asustada de Alex se asomo por ella. Pude ver su expresión de terror mientras la habitación había quedado a oscuras y mis ojos rojos como los rubys brillaban en esa oscuridad. Podía notar como temblaba. Olía su miedo. Si...una sensación tan satisfactoria oler su miedo. Un relámpago brillo en el cielo e ilumino mi oscura figura. El joven cerro la puerta y pude oír sus pasos apresurados alejándose mientras en la habitación se oían estruendosas mis carcajadas.


Los tambores de guerra estaban repiqueteando. Los aliados levantaban sus lanzas nuevamente en mi despertar. Las armas bramaban por sangre y las armaduras gritaban por muerte, mientras el suelo bajo mis pies rogaba por comer los cadáveres de mis enemigos. Empuñe la lanza con fuerza y camine hacia la puerta. El eco de mis botas sonaba como el tic-tac del reloj de la muerte. Había vuelto y con todo mi esplendor. La sed de venganza y victoria me recorría. Patee la puerta destrozándola y levante la vista al cielo.


-La guerra ha empezado...-


Susurre mientras el cielo demostraba al mundo que el Dios de la Guerra había despertado nuevamente.