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Encerrado. Podía sentir mi cuerpo frágil y fuerte al mismo tiempo. Prisionero. Dormido. Podía sentir como todo lo que estaba a mi alrededor giraba en un interminable remolino de colores. Confusos totalmente. Voces que me susurraban al oído, olor a muerte, a lluvia, a destrucción, a sangre. Gritos que clamaban venganza, llantos de personas desoladas y devastadas. Pero a pesar de eso estaba tranquilo. En una extraña y agradable calidez.
¿Cuanto tiempo había pasado? ¿siglos tal vez? Había perdido la cuenta ya.
Y de pronto sentí como si algo tironeara de mi cuerpo hacia afuera. Algo me arrastraba de esa calidez para hacer el brusco cambio de ambiente. Sentí como mi cuerpo se estremecía. Lo sentí gritando de dolor cuando mis huesos cambiaban y se deformaban. Se transformaban. El cuerpo se adaptaba nuevamente al exterior. Era libre, sentía la brisa fría del aire, el contacto duro y helado de la piedra bajo mi cuerpo desnudo. La sangre correr por mis venas en un torrente enfurecido. Las sensaciones nuevamente volvían a mi cuerpo y me invadían como si miles de rayos cayeran sobre el y lo sacudieran violentamente. El lugar a mi alrededor estaba vacío. Un par de antorchas consumidas se mantenían sobre sus aldabas en las paredes oscuras dándole al sitio un aire abandonado. Olía a sangre seca y a guardado. Como si hubiese estado cerrado por mucho tiempo. Las dos puertas de roble oscuro y macizo se mantenían abiertas y daban a un pasillo igual de oscuro que el salón donde me encontraba.
Levante la vista, me encontraba en un duro suelo de mármol. La habitación a mi alrededor era cuadrada y fría. Todo estaba a oscuras. Sentía mi cuerpo frágil y sin fuerzas. Mi cuerpo tiritaba a causa del frío y la falta de costumbre. Trate de ponerme de pie pero no lo conseguí. Las dos puertas inmensas frente a mi se abrieron y un joven de túnica larga y oscura entro al recinto. No pude ver su expresión pero podía sentir su energía hostil hacia mi.
-¿Quien es usted? ¡Esta prohibido entrar a este templo!-
Su voz sonó estruendosa sobre la habitación que hacia eco. Pude ver como desenvainaba una espada de su cinto y se acercaba a mi. Podía sentir el final y el frío filo de su espada y de la muerte envolviéndome nuevamente. Me sentía patético.
Cuando ya lo tenia prácticamente encima mio pude ver que guardo su arma y temblaba.
-Por dios...-
Su tono susurrante para mi fue como si lo hubiese gritado a los cuatro vientos. Paso corriendo hacia lo que había atrás mio. Menee la cabeza con frustración y enojo. Intente incorporarme nuevamente pero mi cuerpo seguía temblando por el frío y entonces lo sentí, algo caliente me cubría mientras veía una manta envolverme. Sentí dos brazos ayudarme a ponerme de pie. Apenas me levante las antorchas cobraron vida encendiéndose en una llama furiosa, arrojando a la sala un color anaranjado y rojo. Levante la vista y allí estaba uno de mis seguidores.
-Bienvenido Amo Ares...-
Su tono era formal y serio. Pero se notaba avergonzado. Me resulto extraño ver al mismo joven que recién había intentado atacarme. Debería estar degollándolo ahora pero no tenia ni fuerzas ni ganas para hacerlo así que decidí no prestarle atención en ese momento. Dirigí la vista hacia el lugar y pude ver las paredes recubiertas de armas. Espadas a una mano, espadas a dos manos, escudos pequeño, escudos de cuerpo completo, lanzas cortas y largas, hachas pequeñas de una mano y de dos manos. Y sobre la pared enfrentada a las puertas estaba un escudo de cuerpo completo, brillante como el fuego con ribetes dorados en los bordes y una especie de sol en el centro y detrás de el estaba mi lanza de dos puntas. Ambas brillantes y llenas de vida. Vibrando deseosas de matar y mancharse con la sangre de mis enemigos. Mire las armas unos segundos, embelesado por su belleza antes de que el joven prácticamente me arrastrara hacia afuera.
El pasillo era largo y bastante amplio. Me giro hacia la izquierda y me llevo hacia el final del pasillo. Las paredes estaban cubiertas con pinturas de guerras, cuadros mios con mi armadura, Deimos y Phobos estaban ahí. Mi hermana Ellis. Mis victorias, mis guerras, mi derramamiento de sangre. Trofeos, pieles, armas. Y las antorchas entre medio se encendían cuando pasábamos y se apagaban detrás nuestro. El joven toco la puerta y el roble crujió y se abrió lentamente. Las antorchas se prendieron en la habitación iluminándola por completo al instante. Una enorme cama cubierta de pieles de animales estaba en el centro contra una pared a la derecha. Un armario inmenso con varias túnicas al frente. Una puerta a la izquierda la cual permanecía cerrada. Y en un costado se encontraba mi armadura. Brillante y única. La luz de las antorchas hacían que la armadura desprendiera destellos y los proyectara por toda la habitación. El joven me llevo hacia la cama y me sentó en ella.
-Le preparare un baño Amo, y le dejare su ropa lista... Mientras usted se reconforta preparare todo, es hora de que lo reciban como se debe...-
Me dijo impaciente y ansioso y fue hacia la puerta a la izquierda. Me deje caer sobre la cama. Las pieles eran suaves y cálidas mientras mi cuerpo se sentía menos pesado. A los pocos minutos el joven volvió a salir y se acerco a mi.
-Su baño esta listo Amo...¿quiere que lo ayude?-
Lo mire fijamente y asentí. Iba a utilizarlo un rato mas. El joven me ayudo a levantarme y me llevo hasta el baño. Sobre la superficie del piso se hundía una piscina enorme, con gárgolas en las esquinas de donde salia el agua y la llenaba. El joven me sentó en el borde de la piscina para que yo pudiera entrar tranquilo.
-¿Cual es tu nombre muchacho?-
Le dije de manera tranquila mientras hundía mis pies en el agua para deslizarme dentro de ella.
-Alex es mi nombre Señor...-
Asentí y con un gesto de mi mano le indique que se fuera y así lo hizo cerrando la puerta detrás de el. Me quite la frazada y me sumergí en el agua. Sentí como todo mi cuerpo se aliviaba con aquella cálida caricia del agua caliente. Podía sentir como mis músculos se relajaban y mi sangre corría con menos violencia por mis venas. Saque la cabeza fuera del agua y apoye mis codos sobre el borde. Era tan placentero como cuando cercenaba alguna parte de un enemigo.
Estuve dentro del agua durante unas cuantas horas, hasta que sentí el completo control de mi cuerpo nuevamente. Salí lentamente y camine hacia la habitación mientras dejaba una linea de agua que chorreaba de mi cuerpo en el suelo. Tome una túnica roja como la sangre y me la puse. Había pasado mucho tiempo desde que había sentido ese suave roce de la tela. Me sonreí. Había vuelto. Camine por la habitación y me detuve frente a la hermosa armadura, lentamente pase la mano sobre ella. Anhelaba volver a vestirla y caminar al frente en las masacres. No pude evitar volver a sonreírme, pero esta vez de manera triunfal. Ya no me sentía patético, no...esta vez era yo mismo con todo mi porte nuevamente. Oí un golpeteo en la puerta y la voz de alex del otro lado avisándome que la cena y los demás estaban listos. Apreté los puños con ansiedad. Sentía mi cuerpo agitado por volver. Extendí los brazos y la habitación estallo con mi cosmos. Los cristales y espejos explotaron en pedazos, los muebles se deshicieron en un millar de astillas. De pronto la armadura se encendió delante mio y se desarmo envolviendo mi cuerpo en un brillo rojo y naranja. Sentía como el frío metal cubría mi cuerpo. Las botas, las rodilleras, la pechera. Todo volvía a mi cuerpo. Por la ventana entraron mi lanza y mi escudo y se unieron a la armadura mientras mis manos se aferraban a ellos y las empuñaban con fiereza.
Por la ventana podía verse el cielo antes claro ahora cubrirse de nubes rojas. Los relámpagos brillaban por sobre las nubes mientras los rayos rojos caían en los alrededores del templo haciendo que los truenos rugieran como los tambores para la guerra.
La puerta se abrió y la mirada asustada de Alex se asomo por ella. Pude ver su expresión de terror mientras la habitación había quedado a oscuras y mis ojos rojos como los rubys brillaban en esa oscuridad. Podía notar como temblaba. Olía su miedo. Si...una sensación tan satisfactoria oler su miedo. Un relámpago brillo en el cielo e ilumino mi oscura figura. El joven cerro la puerta y pude oír sus pasos apresurados alejándose mientras en la habitación se oían estruendosas mis carcajadas.
Los tambores de guerra estaban repiqueteando. Los aliados levantaban sus lanzas nuevamente en mi despertar. Las armas bramaban por sangre y las armaduras gritaban por muerte, mientras el suelo bajo mis pies rogaba por comer los cadáveres de mis enemigos. Empuñe la lanza con fuerza y camine hacia la puerta. El eco de mis botas sonaba como el tic-tac del reloj de la muerte. Había vuelto y con todo mi esplendor. La sed de venganza y victoria me recorría. Patee la puerta destrozándola y levante la vista al cielo.
-La guerra ha empezado...-
Susurre mientras el cielo demostraba al mundo que el Dios de la Guerra había despertado nuevamente.
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